martes, 21 de mayo de 2013

A la desesperada


Tras el fogonazo que le cegó, Amran consiguió salir del habitáculo y vomitar al lado del dispositivo de teletransporte. Los oídos le zumbaban y la cabeza le daba vueltas aunque sabía que no tenía mucho tiempo.

Se tambaleó hasta la esquina contraria de la estancia, hasta el panel de control del dispositivo. En su recorrido vomitó un par de veces más, manchando su mono naranja de mecánico. Pero apenas reparaba en ello. La única obsesión era apagar el dispositivo y tratar de comunicarse con alguna nave en órbita. Si es que quedaba alguna.

Cuando consiguió al fin alcanzar el panel, escuchó junto antes de desactivarlo un fogonazo que indicaba que alguien había conseguido seguirle. El vello de la columna se le erizó. Saltó con torpeza a un lado a la vez que se daba la vuelta y observó como un cuerpo humano partido en oblicuo se removía en el suelo.

Amran localizó cerca de los paneles de control el armero de seguridad, sacó una pistola y se acercó con cuidado al ser que se removía. Cuando estuvo a un par de metros pudo comprobar que se trataba del jefe de servicio Xylia. Amran se quedó contemplando el corte limpio del jefe de servicio, que iba desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda. A pesar de conocer la teoría, nunca antes había visto una incidencia de teletransporte. Lo que más le impactó fue la ausencia de sangre y que se podía ver todos los órganos como si estuvieran divididos por un cristal. Incluso pudo ver los jugos gástricos junto con restos de comida.

Xylia movía la cabeza, boqueando como un pez mientras giraba los ojos descompasadamente. Parecía no dar crédito de lo que le ocurría. Amran se acercó y pegó su cara al cuerpo. Respiró profundamente, inundando sus fosas nasales del olor que desprendía Xylia. De repente el rostro de Amran se transfiguró, convirtiéndose en una máscara horrorizada. Se puso de pie, apuntó con el arma y disparó en la cabeza a Xylia que reventó en un crujido grave. 

Tras observar un instante más al cuerpo inerte de Xylia, Amran se acercó nuevamente a los paneles de control y colocó sus manos sobre ellos. Transcurridos unos segundos la superficie del panel que estaba en contacto con las manos de Amran se licuaron, envolviéndolas en una masa gelatinosa translúcida.

Amran visionó mentalmente los canales de comunicaciones extraorbitales abriéndose delante suya una proyección de los distintos grupos de comunicación. Cada uno de ellos pertenecía a una nave en órbita. Sin embargo, todos los grupos eran líneas grises, lo que indicaba que estaban desactivados.

Amran tragó saliva y trató de buscar canales alternativos. Las líneas grises sucedían a otras líneas grises, y su inquietud se convirtió en terror cuando el dispositivo de teletransporte empezó a emitir sonidos agudos. Amran sabía lo que significaba. Trataban de llegar hasta él pirateando la cabina.

Finalmente, cuando iba a desistir en buscar algún canal percibió una suave línea irregular de color parduzco. Se concentró en ella y apareció en la proyección el nombre de I.S.S. Aqueronte. Estableció conexión con el puente de mando. Frente a él surgió el rostro de un hombre de aspecto cansado, con barba canosa y enormes ojeras. En sus hombros había dos estrellas doradas entrelazadas. Parecía sorprendido.

-          Comandante, aquí el mecánico Amran. La estación ha caído. Repito, la estación ha caído – Amran gritó a su interlocutor, temblándole la voz.

El oficial que estaba frente a él en la proyección miró a alguna otra persona que estaba fuera del cuadro de la comunicación. El comandante apretó los dientes y asintió.

-          ¿Qué ha pasado mecánico? – preguntó, molesto.
-          Lo desconozco. Sólo sé que los demás están infectados con algo. Empezó hace unas tres horas, cuando los equipos volvieron de la excavación de la zona B266,

El comandante volvió a mirar hacia su lado derecho, volviéndose a continuación hacia Amran.

-          ¿Quiénes volvieron de la excavación mecánico?

Amran se concentró. Recordaba como salieron los demás trabajadores salieron de la excavación aunque sus caras estaban envueltas en una bruma negra que los desdibujaba.

-          No lo recuerdo. Fueron cuatro pero no sabría decirle quienes eran.

Dicho esto los pitidos del dispositivo de teletransporte empezaron a sonar más próximos entre sí. Casi habían hackeado el sistema.

-          Por favor, envíe un equipo de rescate. Están a punto de llegar.
-          ¿Quiénes mecánico?
-          Los infectados maldita sea, no ha escuchado lo que le acabo de decir – vociferó Amran.

El comandante se removió incómodo hasta que una mano surgió en el encuadre de la proyección para apartarle suavemente. En su lugar apareció un joven de rostro anguloso vistiendo el uniforme de la comisión de investigaciones extraterráqueas.

-          Mecánico, desactive inmediatamente el firewall del teletransporte del lugar en el que se encuentra – el tono de joven era el de alguien acostumbrado a mandar. Era firme pero a la vez ligero, incluso cantarín.
-          ¿Cómo dice? – preguntó perplejo.
-          Ya me ha escuchado. Desactívelo ahora mismo. No hay ningún infectado ahí fuera mecánico. Sólo usted.

Amran se quedó petrificado. Quería gritar pero el asombro le había enmudecido por completo.

El miembro de la comisión de investigación hizo entonces un gesto y en la proyección que tenía frente a él Amran se reprodujo el vídeo de la cámara de seguridad que se encontraba frente a la excavación. En él podía reconocerse a Amran junto a otros tres trabajadores. De repente, en cuanto el grupo se cruzó con el primer empleado se abalanzaron sobre él, escupiéndole una masa verdosa.

Cuando Amran se vio a si mismo atacando a una compañera en el comedor tuvo que apartar la mirada.

-          Desactive el firewall.
-          Yo…no recuerdo nada.
-          Descuide mecánico. Sabemos que está enfermo. Si quiere curarse sólo tiene que abrir la puerta. Sabe que tarde o temprano la abriremos. ¿Sería mejor para todos si cooperara?

Amran despegó entonces las manos de la consola, que volvió a solidificarse. En la estancia aún flotaba el rostro del joven de la comisión, difuminándose lentamente en el aire. Se dirigió hacia el control de teletransporte y la desactivó.

El pitido del habitáculo cesó, irrumpiendo varios fogonazos en la estancia que obligaron a Amran taparse los ojos. Cuando miró hacia el habitáculo no vio el grupo médico que esperaba sino a cinco marines que le encañonaban. Trató de coger su arma pero antes incluso que pudiera llevar la mano a la cadera los soldados dispararon en su pecho dos tiros que le empujaron hasta la pared.

Al observar que Amran seguía intentando coger su arma dos soldados se adelantaron y le dispararon en la cabeza.

El jefe del grupo se acercó entonces a la consola de comunicaciones y se fusionó con ella.

-          Hemos recorrido la estación señor. Era el único que quedaba.
-          Muy bien. Repliéguese con sus hombres y vuelva a la nave. El virus funciona.