Tras
el fogonazo que le cegó, Amran consiguió salir del habitáculo y vomitar al lado
del dispositivo de teletransporte. Los oídos le zumbaban y la cabeza le daba
vueltas aunque sabía que no tenía mucho tiempo.
Se
tambaleó hasta la esquina contraria de la estancia, hasta el panel de control
del dispositivo. En su recorrido vomitó un par de veces más, manchando su mono
naranja de mecánico. Pero apenas reparaba en ello. La única obsesión era apagar
el dispositivo y tratar de comunicarse con alguna nave en órbita. Si es que
quedaba alguna.
Cuando
consiguió al fin alcanzar el panel, escuchó junto antes de desactivarlo un
fogonazo que indicaba que alguien había conseguido seguirle. El vello de la
columna se le erizó. Saltó con torpeza a un lado a la vez que se daba la vuelta
y observó como un cuerpo humano partido en oblicuo se removía en el suelo.
Amran
localizó cerca de los paneles de control el armero de seguridad, sacó una
pistola y se acercó con cuidado al ser que se removía. Cuando estuvo a un par
de metros pudo comprobar que se trataba del jefe de servicio Xylia. Amran se
quedó contemplando el corte limpio del jefe de servicio, que iba desde el
hombro derecho hasta la cadera izquierda. A pesar de conocer la teoría, nunca
antes había visto una incidencia de teletransporte. Lo que más le impactó fue
la ausencia de sangre y que se podía ver todos los órganos como si estuvieran
divididos por un cristal. Incluso pudo ver los jugos gástricos junto con restos
de comida.
Xylia
movía la cabeza, boqueando como un pez mientras giraba los ojos
descompasadamente. Parecía no dar crédito de lo que le ocurría. Amran se acercó
y pegó su cara al cuerpo. Respiró profundamente, inundando sus fosas nasales
del olor que desprendía Xylia. De repente el rostro de Amran se transfiguró,
convirtiéndose en una máscara horrorizada. Se puso de pie, apuntó con el arma y
disparó en la cabeza a Xylia que reventó en un crujido grave.
Tras
observar un instante más al cuerpo inerte de Xylia, Amran se acercó nuevamente
a los paneles de control y colocó sus manos sobre ellos. Transcurridos unos
segundos la superficie del panel que estaba en contacto con las manos de Amran
se licuaron, envolviéndolas en una masa gelatinosa translúcida.
Amran
visionó mentalmente los canales de comunicaciones extraorbitales abriéndose
delante suya una proyección de los distintos grupos de comunicación. Cada uno
de ellos pertenecía a una nave en órbita. Sin embargo, todos los grupos eran
líneas grises, lo que indicaba que estaban desactivados.
Amran
tragó saliva y trató de buscar canales alternativos. Las líneas grises sucedían
a otras líneas grises, y su inquietud se convirtió en terror cuando el
dispositivo de teletransporte empezó a emitir sonidos agudos. Amran sabía lo
que significaba. Trataban de llegar hasta él pirateando la cabina.
Finalmente,
cuando iba a desistir en buscar algún canal percibió una suave línea irregular
de color parduzco. Se concentró en ella y apareció en la proyección el nombre
de I.S.S. Aqueronte. Estableció conexión con el puente de mando. Frente a él
surgió el rostro de un hombre de aspecto cansado, con barba canosa y enormes
ojeras. En sus hombros había dos estrellas doradas entrelazadas. Parecía
sorprendido.
-
Comandante, aquí
el mecánico Amran. La estación ha caído. Repito, la estación ha caído – Amran
gritó a su interlocutor, temblándole la voz.
El
oficial que estaba frente a él en la proyección miró a alguna otra persona que
estaba fuera del cuadro de la comunicación. El comandante apretó los dientes y
asintió.
-
¿Qué ha pasado
mecánico? – preguntó, molesto.
-
Lo desconozco.
Sólo sé que los demás están infectados con algo. Empezó hace unas tres horas,
cuando los equipos volvieron de la excavación de la zona B266,
El
comandante volvió a mirar hacia su lado derecho, volviéndose a continuación
hacia Amran.
-
¿Quiénes
volvieron de la excavación mecánico?
Amran
se concentró. Recordaba como salieron los demás trabajadores salieron de la
excavación aunque sus caras estaban envueltas en una bruma negra que los
desdibujaba.
-
No lo recuerdo.
Fueron cuatro pero no sabría decirle quienes eran.
Dicho
esto los pitidos del dispositivo de teletransporte empezaron a sonar más
próximos entre sí. Casi habían hackeado el sistema.
-
Por favor, envíe
un equipo de rescate. Están a punto de llegar.
-
¿Quiénes
mecánico?
-
Los infectados
maldita sea, no ha escuchado lo que le acabo de decir – vociferó Amran.
El
comandante se removió incómodo hasta que una mano surgió en el encuadre de la
proyección para apartarle suavemente. En su lugar apareció un joven de rostro
anguloso vistiendo el uniforme de la comisión de investigaciones
extraterráqueas.
-
Mecánico,
desactive inmediatamente el firewall del teletransporte del lugar en el que se
encuentra – el tono de joven era el de alguien acostumbrado a mandar. Era firme
pero a la vez ligero, incluso cantarín.
-
¿Cómo dice? –
preguntó perplejo.
-
Ya me ha
escuchado. Desactívelo ahora mismo. No hay ningún infectado ahí fuera mecánico.
Sólo usted.
Amran
se quedó petrificado. Quería gritar pero el asombro le había enmudecido por
completo.
El
miembro de la comisión de investigación hizo entonces un gesto y en la
proyección que tenía frente a él Amran se reprodujo el vídeo de la cámara de
seguridad que se encontraba frente a la excavación. En él podía reconocerse a
Amran junto a otros tres trabajadores. De repente, en cuanto el grupo se cruzó
con el primer empleado se abalanzaron sobre él, escupiéndole una masa verdosa.
Cuando
Amran se vio a si mismo atacando a una compañera en el comedor tuvo que apartar
la mirada.
-
Desactive el
firewall.
-
Yo…no recuerdo
nada.
-
Descuide
mecánico. Sabemos que está enfermo. Si quiere curarse sólo tiene que abrir la
puerta. Sabe que tarde o temprano la abriremos. ¿Sería mejor para todos si
cooperara?
Amran
despegó entonces las manos de la consola, que volvió a solidificarse. En la
estancia aún flotaba el rostro del joven de la comisión, difuminándose
lentamente en el aire. Se dirigió hacia el control de teletransporte y la
desactivó.
El
pitido del habitáculo cesó, irrumpiendo varios fogonazos en la estancia que
obligaron a Amran taparse los ojos. Cuando miró hacia el habitáculo no vio el
grupo médico que esperaba sino a cinco marines que le encañonaban. Trató de
coger su arma pero antes incluso que pudiera llevar la mano a la cadera los
soldados dispararon en su pecho dos tiros que le empujaron hasta la pared.
Al
observar que Amran seguía intentando coger su arma dos soldados se adelantaron
y le dispararon en la cabeza.
El
jefe del grupo se acercó entonces a la consola de comunicaciones y se fusionó
con ella.
-
Hemos recorrido
la estación señor. Era el único que quedaba.
-
Muy bien.
Repliéguese con sus hombres y vuelva a la nave. El virus funciona.