miércoles, 8 de febrero de 2012

Una vida en una gota

Con las primeras luces del alba despuntando por el horizonte, una gota de rocío germina en la superficie rugosa de un crisantemo.
En su interior, un sueño infantil se cristaliza. Es el sueño de un niño, arropado por el calor de su madre. En su fantasía ilusa espera permanecer en su capullo.
Pero la gota, y el sueño, se ven arrastrados lentamente por la gravedad de la vida.
Pasan los segundos y los años. El niño deja paso al joven y el joven al adulto. Con el fluir de la vida los errores y aciertos se suceden en una rueda que sólo la muerte puede delimitar.
El sol brilla alto en el cielo cubriendo con sus rayos la superficie abovedada de la gota. Dentro, la sombra esquiva del niño se encuentra inclinado sobre una mesa, un polvo blanco asomando por la nariz.
No queda más sueño que la pesadilla de los errores.
La gota sigue deslizándose cada vez más rápido. La sangre y las lágrimas toman las riendas hasta que gota y vida se funden en un abrazo mortal.
Y de repente sucede. La caída libre de la gota acaba estrellándose en el suelo asfaltado, destrozando la vida que se lanzó desde un octavo piso.

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